El planeta fugitivo (1961)

“The Phantom Planet” es una mala película (no digo bodrio porque servidor con ver un extraterrestres, un par de cohetes y cuatro efectos especiales se considera satisfecho para, al menos, darle un visionado a cualquier subproducto de serie b que se le presente delante de sus narices). Pero no es mala porque el presupuesto sea bastante escaso, que lo es; ni porque los actores sean de una mediocridad mayúscula, que lo son; ni que los efectos especiales sean pocos, artesanales y cutres,… Lo dicho. Sino porque además de todo esto el guión es torpe y convencional. Con una trama estirada en exceso, unos diálogos cansinos y una historia que no tiene ni pies ni cabeza. Y encima dura 82 minutos.
La historia es bien simple: es 1980, y el hombre ha avanzado en su propósito de explorar el espacio exterior. Para ello ha construido una base lunar (una maquetilla muy coqueta) que sirve como trampolín a la exploración espacial. Nos encontramos que un par de naves han desaparecido misteriosamente. Bueno, que han chocado contra un meteorito que aparece y desaparece por ensalmo. Así que mandan un tercer cohete donde nuestro protagonista (el pésimo actor de corta carrera, Dean Fredericks), el capitán Frank Chapman y el teniente Makonnen se dirigen a explorar el espacio en busca de respuestas.

Hay unos pocos diálogos absurdos, principalmente llenos de datos de navegación (por cierto, esta película está llena de pesudo ciencia con teorías inventadas de nombres rimbombantes muy, pero que muy cargantes), y un encuentro con unos meteoritos que causan graves averías en la nave. Así que para arreglarlas deben salir al espacio exterior. El paseo espacial es de pena. Los astronautas van encorvados, lentos, intentando emular la gravedad cero, pero la verdad, te partes la caja de risa, porque no dan el pego ni por asomo. Además, salen sin sujeciones, ni nada. Con un mono como de piloto, unas botas militares, un casco y la mochila con el oxígeno… Cutre, cutre. Pero lo mejor es cuando van a arreglar la avería y saca el tío su llave inglesa… Ahí, me retorcía de la risa. En verdad, si no fuera por lo plúmbeo de la historia,… Pero tiene sus momentos. Como este pequeño paseo.

Debido a los restos de la lluvia de meteoritos, un rayo cae sobre el teniente que es proyectado al espacio, al infinito (ni Kubrick) para morir mientras reza el padrenuestro. El capitán, maltrecho, vuelve a la nave para descubrir que va a chocar contra un enorme Krispy de kellogs (el metorito), que lo atrae con un rayo gravitacional. Chapman sale de la nave y descubre que es observado por unos “liliputienses” espaciales. De repente él también se reduce de tamaño (luego explicarán porqué, bostezo), y es apresado por los minúsculos habitantes del planeta-asteroide que, ni corto ni perezoso se deciden a juzgarlo Lo llevan ante su líder, Sesom (Moses, o sea Moisés, al revés) y es juzgado. El jurado son un puñado de bellezas en mini falda (dos de ellas fueron Playmates) que lo declaran culpable. Como castigo lo nombran habitante de su pueblo y, al rato, le dicen que deberá desposarse con una de sus mujeres (puede elegir entre Liara, la hija de Sesom, el líder, y Zetha, que es muda. Como siga así, se hace el amo del planeta.

Tras un rato de banalidades, pseudo ciencia de todo a cien, celos, envidias y aburrimiento soberano, es acusado de nuevo. Si antes los cargos fueron herir a un habitante del asteroide, esta vez se le acusa de tontear con ambas mujeres (Liara y Zetha). Hay que decir que a Chapman le va más la muda, pero su mayor deseo es volver a la luna, y cumplir con su deber. Hay un duelo, que gana Chapman. Más tonterías y yo creo que en ese momento fue cuando los guionistas dijeron: “Joder, sólo llevamos 50 minutos. ¿Con qué lo rellenamos?”. Y se sacan de la manga a los solaritas. Unos bichos cheposos, con una carita de pena, y unos pies de pollo que son casi clavaditos a nuestra amiga Caponata de barrio Sésamo. Los solaritas atacan con unas naves ardiendo de lo más cutre y son exterminados en un decir “Jesús”. Uno de ellos al que tenían prisionero (Richard Kiel, el posterior Tiburón de dientes de acero, de la saga James Bond), se escapa y tienen que reducirlo. La pelea es de pena, con un Kiel incapaz de moverse bien con el traje y que sólo alza torpemente los brazos mientras la banda sonora le hace articular bramidos “terribles”. Otro buen momento para el solaz y la risa.
Cuatro tonterías más, y al final Chapman regresa con los suyos.
En definitivas cuentas, de lo peor que se ha posteado en este, vuestro blog. Ciencia-ficción de todo a cien, mejor, a cincuenta. Pero sé que tú, fanático de la serie B de sci-fi no podrás resistirte y tendrás que verla. No digas que no te lo advertí.

Comentario extraido del blog caricornio-uno